El poder y la gloria es un libro que refleja el paso del siglo XIX al XX trajo consigo una crisis espiritual muy acusada. Los avances técnicos aparecidos en aquellos años, las revoluciones industriales y el mecanicismo y la explotación del hombre propiciaron que se extendiese entre la intelectualidad, de una parte, el rechazo hacia ese mundo maquinista que esclavizaba a la persona, y, de otra –y más importante-, el cuestionarse sobre el sentido de la existencia.
Graham Greene (Berkhamsted, Hertfordshire, Inglaterra, 1904-1991), convertido al catolicismo en 1926, fue periodista, pero pronto dejó el oficio para dedicarse a escribir obras de ficción. Entre ellas, las hay de suspense y espionaje, y otras, conocidas como ‘novelas literarias’, que son las que le han proporcionado reputación. Éstas últimas plantean –con tonos sombríos y no poca virulencia- ese conflicto del hombre entre el Bien y el Mal y el absurdo de la existencia, desde una perspectiva religiosa.
A ellas pertenece ‘El poder y la gloria’, publicada en 1940, que trata acerca de la sangrienta represión ejercida sobre la Iglesia católica y sus fieles por el Gobierno de Plutarco Elías Calles, en el México de los años veinte.
En esa época, el Gobierno mexicano promulgó una serie de leyes cuyo objeto era crear una Iglesia nacional, al margen del Vaticano y sometida a sus intereses. Los gobernadores de provincias más anticlericales, como el de Tabasco, Tomás Garrido Caníbal, se apresuraron a aplicar esas leyes y, por fin, todo el conflicto desembocó en una numerosísima sublevación campesina apoyada por los obispos que dio lugar a la llamada ‘Guerra cristera’, por calificarse así los rebelados. Ésta se extendió, en su fase más violenta, hasta 1929, pero nunca se apagó del todo y condujo a una sangrienta represión por parte estatal que dejó 250.000 muertos.
Así, ‘El poder y la gloria’ cuenta la historia de un cura, el último que queda en su Estado tras la persecución y fusilamiento de sus compañeros, que habían preferido el martirio a renegar de sus creencias. Vive como prófugo, yendo de un pueblo a otro y ocultándose entre los campesinos, con la policía siguiéndole de cerca. De vez en cuando oficia una misa clandestina y está convencido de que un día, más tarde o más temprano, será capturado.
No obstante, no nos hallamos ante un personaje elevado ni sublime. Alcoholizado, no huye por convicción sino por la cobardía de afrontar el martirio. Además, antes del comienzo de la Guerra, sucumbió a la tentación, adoptando como amante a una mujer del pueblo con la que tuvo una hija.
Graham Greene (Berkhamsted, Hertfordshire, Inglaterra, 1904-1991), convertido al catolicismo en 1926, fue periodista, pero pronto dejó el oficio para dedicarse a escribir obras de ficción. Entre ellas, las hay de suspense y espionaje, y otras, conocidas como ‘novelas literarias’, que son las que le han proporcionado reputación. Éstas últimas plantean –con tonos sombríos y no poca virulencia- ese conflicto del hombre entre el Bien y el Mal y el absurdo de la existencia, desde una perspectiva religiosa.
A ellas pertenece ‘El poder y la gloria’, publicada en 1940, que trata acerca de la sangrienta represión ejercida sobre la Iglesia católica y sus fieles por el Gobierno de Plutarco Elías Calles, en el México de los años veinte.
En esa época, el Gobierno mexicano promulgó una serie de leyes cuyo objeto era crear una Iglesia nacional, al margen del Vaticano y sometida a sus intereses. Los gobernadores de provincias más anticlericales, como el de Tabasco, Tomás Garrido Caníbal, se apresuraron a aplicar esas leyes y, por fin, todo el conflicto desembocó en una numerosísima sublevación campesina apoyada por los obispos que dio lugar a la llamada ‘Guerra cristera’, por calificarse así los rebelados. Ésta se extendió, en su fase más violenta, hasta 1929, pero nunca se apagó del todo y condujo a una sangrienta represión por parte estatal que dejó 250.000 muertos.
Así, ‘El poder y la gloria’ cuenta la historia de un cura, el último que queda en su Estado tras la persecución y fusilamiento de sus compañeros, que habían preferido el martirio a renegar de sus creencias. Vive como prófugo, yendo de un pueblo a otro y ocultándose entre los campesinos, con la policía siguiéndole de cerca. De vez en cuando oficia una misa clandestina y está convencido de que un día, más tarde o más temprano, será capturado.
No obstante, no nos hallamos ante un personaje elevado ni sublime. Alcoholizado, no huye por convicción sino por la cobardía de afrontar el martirio. Además, antes del comienzo de la Guerra, sucumbió a la tentación, adoptando como amante a una mujer del pueblo con la que tuvo una hija.