miércoles, 1 de diciembre de 2010

Nubosidad variable

Sofía Montalvo y Mariana León fueron amigas en el colegio. Sofía, joven imaginativa, de carácter abierto, se ha visto atrapada en una oscura existencia de esposa y madre de familia. Mariana, cuya trayectoria amorosa resulta más confusa que apasionada, se ha convertido en una brillante psiquiatra de moda. Al cabo de más de treinta años, el azar las hace coincidir en un cóctel y el recuerdo de su amistad desencadena en ambas una revolución interior que irá creciendo a lo largo del libro.

viernes, 15 de octubre de 2010

lunes, 21 de junio de 2010

Saramago

Hoy toca Saramago. Y supongo que se ha escrito, contado, y hablado mucho sobre su muerte estos días… pero es poco. Para ser viejo, era un hombre actual con su tiempo, basta leer su último comentario en su su blog del día 18: “Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión. Que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que sin ideas, no vamos a ninguna parte”.
La dirección del blog de Saramago la tenía en preferentes y con notificación de nuevas entradas, para estar a la expectativa de lo que mandara este viejo pensador. Ahora será una vía muerta, sin nuevos comentarios. Hemos perdido un enlace fundamental, además de la perdida de un autor que hemos leído con pasión, que resultó en el club de lectura tan polémicos, nada aburridos.
Jesús Rocha

miércoles, 26 de mayo de 2010

Brooklyn follies



Nathan Glass ha sobrevivido a un cáncer de pulmón y a un divorcio después de treinta y tres años de matrimonio, y ha vuelto a Brooklyn, el lugar donde nació y pasó su infancia. Quiere vivir allí lo que le queda de su 'ridícula vida'. Hasta que enfermó era un próspero vendedor de seguros; ahora que ya no tiene que ganarse la vida, piensa escribir El libro de las locuras de los hombres. Contará todo lo que pasa a su alrededor, todo lo que le ocurre y lo que se le ocurre, y hasta algunas de las historias –caprichosas, disparatadas, verdaderas locuras– de personas que recuerda. Comienza a frecuentar el bar del barrio, el muy austeriano Cosmic Diner, y está casi enamorado de la camarera, la casada e inalcanzable Marina. Y va también a la librería de segunda mano de Harry Brightman, un homosexual culto y contradictorio, que no es ni remotamente quien dice ser.
Información General
Por cierto: ¿Qué significa el título?- Locuras
Locuras como que:
De repente, todos hemos descubierto que nos vamos a morir sin remedio, que no hay alternativa creíble ni reparadora. Muchos sobrevivimos con esa evidencia a cuestas. Nos vamos a morir sin rescate alguno. Eso tenemos quienes no creemos en un cielo compensador. Los ateos, mientras somos jóvenes, tomamos la muerte como algo lejanísimo. Nos quedan sesenta o setenta años por vivir... Luego, conforme vamos cumpliendo nuevas edades, descubrimos que la amenaza cierta y dolorosa efectivamente se cumple (aunque no necesariamente en nosotros, sino en personas a las que vemos envejecer y llegar a la decrepitud, a pesar de su lucidez). Así podemos llevar años viendo declinar a los padres (como Auster descubre en La invención de la soledad), padres a los que cada vez queremos con más ternura e ironía (a pesar del rico muestrario de traumas o frustraciones que nos han legado), padres cuya muerte no sabemos cómo la soportaremos... ¿Cómo afrontar este hecho fatal? Para algunos, esa evidencia sin compensación les lleva a un egoísmo sin remedio, un egoísmo en cuya vida ha desaparecido todo interés por la humanidad doliente. Para otros, esa constatación les conduce a una existencia gozosa y abierta, incluso altruista, una existencia impenitente por la que no hay que disculparse: son de esta índole los mejores personajes de Paul Auster. Son gentes dañadas, tocadas, amenazadas..., gentes que, a despecho de todo lo que se cierne sobre ellas o sobre sus personas queridas, no renuncian a vivir.

martes, 27 de abril de 2010

La mujer justa


Tres voces, tres puntos de vista, tres sensibilidades diferentes para desentrañar una historia de pasión, mentiras, traición y crueldad concebida por Sándor Márai en los años cuarenta, los años de El último encuentro y Divorcio en Buda, la época más fértil y lúcida de la obra del gran escritor húngaro. Compuesta de tres monólogos, correspondientes a los tres personajes que conforman la novela, esta edición de La mujer justa reúne por primera vez en castellano las dos primeras partes, publicadas en 1941 en Hungría, y la tercera, escrita durante el exilio italiano de Márai y añadida a la versión alemana de 1949.
Una tarde, en una elegante cafetería de Budapest, una mujer relata a su amiga cómo un día, a raíz de un banal incidente, descubrió que su marido estaba entregado en cuerpo y alma a un amor secreto que lo consumía, y luego su vano intento por reconquistarlo. En la misma ciudad, una noche, el hombre que fue su marido confiesa a un amigo cómo dejó a su esposa por la mujer que deseaba desde años atrás, para después de casarse con ella perderla para siempre. Al alba, en una pequeña pensión romana, una mujer cuenta a su amante cómo ella, de origen humilde, se había casado con un hombre rico, pero el matrimonio había sucumbido al resentimiento y la venganza. Cual marionetas sin derecho a ejercer su voluntad, Marika, Péter y Judit narran su fallida relación con el crudo realismo de quien considera la felicidad un estado elusivo e inalcanzable.
Márai inició su carrera literaria como poeta y ese aliento pervive en La mujer justa. En esta novela están sus páginas más íntimas y desgarradas, las más sabias. Su descripción del amor, la amistad, el sexo, los celos, la soledad, el deseo y la muerte apuntan directamente al centro del alma humana.

jueves, 15 de abril de 2010

Señora de rojo sobre fondo gris

Otra vez el gran Miguel Delibes. Espero que esta vez haya comentarios.
Obra formidable, intimista, personal en paralelo a la realidad de su vida y a la muerte de su mujer. Mirar estas reseñas:
Es una obra muy referenciada en la red.
Disfrutarla y escribir algo.

jueves, 7 de enero de 2010

Cuento de regalo

Nieva, las calles todavía están oscuras. Como cualquier transeúnte, me deslizo, soportando el frío, sobre la calle húmeda, con un agua nieva que no acaba de cuajar. Un día más de este invierno, día de reyes. Este podría ser el principio de un cuento navideño. Sólo bastaría ponerlo en tercera persona y encasquetárselo a un personaje, aunque en el fondo la sensación sea mía. He llegado a casa, ahora veo nieva tras la ventana, tengo la suerte de tener una ventana, con una habitación caliente donde refugiarme. Gracias a la ventana de doble cristal, puedo estar a gusto y escribiendo, separado del inclemente invierno exterior, donde si estuviera, tendría los dedos entumecidos, y no podría escribir.
Con los copos de nieve cayendo, el silencio se impone; nosotros, todos los seres vivos tendemos a refugiarnos: los pájaros no salen, los perros no ladran, las calles se ven vacían. Sólo los árboles de hoja perennes, los de la familia de las coníferas, permanecen estoicos, como guardianes del espacio, no les queda más remedio, soportan en sus hombros el peso de la nieve, que va cuajando poco a poco. Además, para estos árboles, la nieve es su medio natural, adaptados a ella, la nieve es suya.
Sigue nevando, y nuestro personaje del cuento no aflora, se esconde en no sé que sitio de mi universo mental; con el frío que está haciendo, tal vez no quera salir, aunque pretenda ser un personaje de invierno y de navidad; también él se lo debe estar pensando, tener que presentarse sin más al mundo, para hacer o decir no sé qué cosas que se me puedan ocurrir.
El personaje podría ser un mendigo; o su opuesto, un rey aburrido; podría ser un notario divorciado, o un albañil en paro... Vayamos por ahí: se trata de un albañil que se ha quedado sin trabajo, desde hace seis meses, con dos hijos: una niña de seis, y un niño de ocho años. Nuestro hombre, nunca antes había tenido problemas para comprar los regalos de reyes, pero este año es diferente, su cuenta bancaria hace tres meses que está vacía, con saldo negativo; lo que en su infancia, cuando se grababa en la cartilla del banco, lo llamaban: “Estar en números rojos”. El cajero automático hace meses que no suelta billetes, ni el empleado da más crédito. Al pensar en esto, sus hombros no quieren hundirse, sus brazos fuertes, ahora caídos, se revelan, no quieren ser dos ramas inútiles. Sigue pensando en lo oscuro de su remonte económico, por lo menos en este futuro próximo. Este año, soñando, ha jugado a la lotería, tampoco le ha tocado nada. Anda con el alma a los pies, pensando cómo decirles a sus hijos que este año no habrá regalos de reyes. No hay trabajo. Él, llamémoselo Mario, nunca antes había tenido problemas para trabajar, los constructores se lo rifaban, se podía permitir el lujo de rechazar encargos… pero ahora, por razones que sólo salen en los telediarios, nadie le llama. Su mujer lo comprende y lo mira con tristeza, con un sentimiento de culpabilidad compartida. Ella, gracias a la costura, trae algo de dinero a casa, lo justo para pagar la luz y la comida, que empieza a repetirse y a llevar mucho pan. Ya lo han hablado, esta tarde se lo dirán a los niños, para que mañana no se encuentren de golpe con la amarga sorpresa del vacío en el rellano de la casa, sin paquetes que desenvolver, sin sonrisas ni alegrías, con la sorpresa de la nada inmerecida. Ya no como antes, cuando con los ojos, confirmaban que les había tocado lo que habían pedido en la carta a los reyes. Todo ha cambiado.

Jesús Rocha

miércoles, 6 de enero de 2010

Disfraces terribles


En los años setenta, el prestigioso cuentista argentino Raúl de la Torre, residente en París, saltó a la fama con la publicación de su primera novela. Su popularidad como novelista del boom latinoamericano fue creciendo con sus siguientes obras, su segundo e inesperado matrimonio, y su implicación política. Todo ello lo coloca en el punto de mira de las crónicas de sociedad cuando decide descubrir públicamente su homosexualidad o cuando se conoce su suicidio de un pistoletazo. Muchos años después, en el comienzo del nuevo milenio, el joven crítico francés Ariel Lenormand se embarca en la biografía del escritor, entrevistando a quienes lo conocieron: su editor, sus amigos y, sobre todo, Amelia, su desconcertante y sofisticada primera esposa, compañera y apoyo del autor a lo largo de su vida. Pero el enrevesado y misterioso mundo que rodeaba al escritor amenaza con pasar de ser un simple objeto de estudio a convertirse en parte de la vida del joven biógrafo. ¿Qué oscuras presiones llevaron a la confesión de su homosexualidad a este hombre en una época en la que nadie lo hacía? ¿Cuáles fueron las causas de su suicidio? ¿Cuál es el terrible misterio que se esconde detrás de la obra novelística del escritor? ¿Por qué mienten los testigos después de tantos años? ¿Alguien conoce la verdad?

Elia Barceló, conocida sobre todo por sus obras fantásticas, nos ofrece con Disfraces terribles una novela entre realista y criminal que la confirma como una autora capaz de adaptarse a cualquier género con total maestría y sin perder nunca la marca de fábrica de todos sus textos: los misterios, los secretos, la trama emocionante y sorpresiva, los personajes cercanos al lector y llenos de vida y, sobre todo, su facilidad para embeber a los lectores en una lectura siempre gratificante y de una enorme altura literaria.