jueves, 10 de diciembre de 2009

Chesil Beach - Ian MacEwan


Tienen poco más de veinte años y se conocieron en una manifestación en contra de las armas nucleares. Florence es una chica de clase media alta. Edward, en cambio, pertenece a una familia que vive en la zona baja de la clase media. Ambos son inocentes, y vírgenes, y tras un largo cortejo se han casado. Es un día de julio de 1962, y el tsunami de la revolución sexual no ha llegado a Inglaterra. Edward y Florence van a pasar su noche de bodas en un hotel junto a Chesil Beach. Y lo que sucede esa noche es la materia con que McEwan construye su chejoviano, terrible mapa de una relación, del amor, del sexo, y también de una época, y de sus discursos y sus silencios.
McEwan comienza describiéndonos los primeros minutos de la pareja de enamorados en la habitación. Los nervios, los pensamientos, el qué, cómo y cuándo debe hacerse cada movimiento. Recordemos que en el año en que transcurre, 1962, la “revolución sexual” todavía no ha comenzado y las relaciones son “un poco distintas” a lo que estamos acostumbrados. El inicio del libro es de una delicadeza tremenda, y poco a poco se va avanzando en lo tortuoso del camino.

Sabemos que algo pasará al final por cómo se están desarrollando los hechos, y ese algo vendrá dado por lo que empezamos a ver en la mitad del libro: cómo se conocieron Florence y Edward, cómo convivieron, qué pensaban el uno del otro y qué pensaban las familias. Una recreación fantástica de la época por parte de McEwan, que no deja escapar ningún detalle. Cuando volvemos a la habitación del hotel, todo vuelve a tener sentido.
El final es pura poesía. La playa de Chesil será juez y parte de las emociones de los jóvenes protagonistas, que deberán decidir sobre su futuro de forma inmediata y definitiva. Ian McEwan ha logrado con esta breve novela conmover al público, hacerlo partícipe de una situación tan típica como atípica, hacer que pueda aspirar el aroma de la playa, cargado de la emotividad y de la pasión de Florence y Edward, Edward y Florence, dos corazones unidos que verán pasar ante sí las respuestas a las preguntas que les han surgido durante su noche de bodas.

2 comentarios:

  1. Bueno, esto es un mensaje para la nueva MAMI: muchisimas felicidades!!!! Ya se que todo ha ido fenomenal, que te atendió una matrona excepcional... Así que ahora a cuidar a esa critura. Disfruta mucho de él... que luego crecen... MUCHISIMAS FELICIDADES, espero verte pronto. Besitos.... Puri

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  2. Comentado este libro con otros lectores, a algunos les podría parece una trama simplona, un poco sosa. Por el contrario, y con mi típica costumbre de llevar la contraria, a mí no me lo parece: Creo que es un reflejo claro de la condición humana, dibujado con buen detalle. Un ejemplo del juego del ser humano con el azar. Me viene a la cabeza la importancia que tiene el azar en nuestras vidas. Aunque crea que dios no exista, me viene el extraordinario poema “LOS DADOS ETERNOS” de César Vallejo, poeta peruano (1892-1938):
    Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
    me pesa haber tomádote tu pan;
    pero este pobre barro pensativo
    no es costra fermentada en tu costado:
    ¡tú no tienes Marías que se van!
    Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
    hoy supieras ser Dios;
    pero tú, que estuviste siempre bien,
    no sientes nada de tu creación.
    Y el hombre sí sufre: ¡el Dios es él!
    Hoy que en mis ojos viejos hay candelas,
    como en un condenado,
    Dios mío, prenderás todas tus velas,
    y jugaremos con el viejo dado...
    Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
    del universo todo,
    surgirán las ojeras de la Muerte,
    como dos ases fúnebres de lodo.
    Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
    ya no podrás jugar, porque la Tierra
    es un dado roído y ya redondo
    a fuerza de rodar a la aventura,
    que no puede parar sino en un hueco,
    en el hueco de inmensa sepultura.
    La eterna duda de poner el azar y a dios con minúsculas o con mayúsculas. La vida con dios o sin él es todo azar: nuestra concepción, la vida que llevamos al relacionarnos con otras personas que se nos cruzan por el camino. Lo que pudo ser y no fue. El destino, lo condicionados que estamos por hechos tan simples como que nos pille una puerta los dedos de la mano. Todo es azar, y el que lo cambiemos, o no; también es azar.

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